El experto y el filósofo. El camino técnico que está por hacerse consiste, en una primera aproximación, en llevar las prácticas y las lenguas científicas hacia su país de origen, a la everyday life, la vida cotidiana. Este retorno, hoy cada vez más insistente, tiene el carácter paradójico de ser también un exilio en relación con las disciplinas cuyo rigor se mide por la estricta definición de sus límites. Desde que la cientificidad se ha dado lugares propios y apropiables mediante proyectos racionales capaces de plantear de manera irrisoria sus procedimientos, sus objetos formales y las condiciones de su falsificación, desde que se ha establecido como una pluralidad de campos limitados y distintos, en suma, desde que ya no es de tipo teológico, ha constituido el todo como su resto, y este resto se ha convertido en lo que llamamos cultura.
[De Certeau, p. 55]